Primer curso con David
Charlesworth:
Como dice el gran maestro
inglés Ian Kirby, no sé por qué la gente presume de no haber
tenido maestros. Yo tampoco tengo ningún inconveniente en
reconocer que yo también he tenido muchos maestros, y muy buenos. Es evidente que, en este oficio,
muchas cosas se aprenden de manera autodidacta, pero otras son
imposibles de comprender si no te las explica alguien. Solo por ese
motivo, el sueño del autodidacta es difícil de entender, aunque
suele tener mucho predicamento hoy en día.
Haciendo gala de un
talante profundamente sistemático, en sólo una semana, David Charlesworth nos enseñó
a los cuatro alumnos que acudimos a su curso a poner a punto con una precisión casi absoluta las
herramientas, tanto cepillos como formones, siempre herramientas de
calidad, así como las técnicas principales de cepillado de una
pieza.
David, simplemente,
despreciaba algunas marcas, favoreciendo más bien a Lie-Nielsen,
excelente fabricante norteamericano para el que ha grabado muchos videos explicativos, en los que, sin embargo,
se le puede ver utilizando un antiguo cepillo de marca Stanley. No tardé mucho en
comprender que era como si nos quisiera decir, había Stanley, que hoy es
Lie-Nielsen. No tengo ningún interés en adentrarme por los vericuetos de las luchas comerciales entre las marcas de herramientas, asunto con el que pronto se topará el
aficionado, pero no puedo eludir por completo esta cuestión. Digamos que, en la
gama superior de las herramientas fabricadas en serie, Lie-Nielsen y Ley Valley, en este orden, tienen fama de fabricar los mejores cepillos
metálicos que pueden encontrarse en la actualidad. Sin embargo, uno
no tarda en darse cuenta de que Lie-Nielsen brilla a gran altura, pero no
es la cima de los fabricantes, ya que hay muchos más. Aunque, como suele decirse, las comparaciones son odiosas, y aunque no conozco esta
cuestión, sería algo así como decir que Cohiba o Montecristo son
los mejores cigarros habanos que pueden fumarse, cuando seguro que
hay otras marcas menos conocidas de gran calidad. Otro ejemplo que
puede sacarse a relucir es el de los whiskeys: las marcas buenas que
están en la mente de todos sabemos que son simplemente un escalón,
y que hay muchos más por encima de ellas, e incluso que hay pequeñas
destilerías, prácticamente desconocidas, que producen
artesanalmente un whiskey aún mejor que aquellas. Lo mismo
exactamente puede decirse de los cepillos de madera. En efecto, una
tarde, después de comer, curioseando en su taller a la hora de la comida, descubrimos que David tenía un armario lleno de los mejores cepillos del
mercado, Sauer & Steiner, Karl Holtey, etc. Sin embargo, David utilizaba invariablemente su viejo Stanley.
El esquema del curso de
David podría resultar quizá excesivamente tedioso, como sin duda lo
es pasar cuatro horas frotando con lija la suela de un cepillo, pero,
sin duda, me fue de extraordinaria utilidad a lo largo de todo el año
siguiente, cuando aprendí por mi cuenta muchas cosas, pero siempre
siguiendo los consejos de David. Por ejemplo, sólo es posible
conseguir una superficie perfectamente plana en una pieza si primero
cepillamos más profundamente en el centro, haciendo hincapié ahí,
dejando para una última pasada (o pasadas) un cepillado completo,
tras lo cual sí conseguiremos un plano perfecto. Desarrollaré este tema en otras secciones de este blog, por ahora es suficiente apuntar que la geometría del cepillo es, en realidad, muy compleja, ya que, siendo una herramienta concebida para hacer caras planas, su suela es plana; sin embargo, el hecho de que la cuchilla sobresalga unas décimas de milímetro de la suela complica la cuestión, introduciendo aquí una serie de problemas de carácter diríamos infinitesimal.
Aprendí también a
rectificar la suela de un cepillo, cosa que es bastante difícil
hacer de manera precisa. Pero entendí, sobre todo, la importancia
de ser consistente de principio a fin. En este oficio, o se sabe qué
se está haciendo en todo momento o poco a poco se van introduciendo
errores y fallos que dos pasos después hacen imposible un trabajo
decente.
Pero, en realidad, en
aquel curso no hicimos nada prácticamente con madera, así que yo
quería aprender más.
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